lunes, 5 de marzo de 2012

EL sleeper de la temporada


Recientemente me escapé de mi querida Hyderabad para conocer un poco este bello e inmenso país. Lo más normal sería relataros mis viajes de manera lógica y ordenada, pero yo no me caracterizo por ser un tipo normal, así que he decidido contar mi viaje a lo Ferran Adriá, “deconstruido”.

Voy a centrarme en el medio de transporte que usamos Hitoshi y yo en nuestro periplo por Aurangabad, Mumbai y de vuelta a Hyderabad: El sleeper.

¿Y qué es un “durmiente”? se preguntará mucha gente. Bajo este enigmático nombre se esconde uno de los medios de locomoción más pintorescos de India: el autobús… ¡con camas!




Vamos, un autocar como los de Alsa, Julià o Enatcar, pero que en vez de asientos, tiene unos cubículos estrechos que hacen las veces de literas. Tienen su colchón con su mantita, un hueco para dejar tus sandalias, una lucecita, una protuberancia en el colchón a modo de almohada y si es AC Sleeper, un chorro de aire acondicionado. En eso consiste el pequeño zulo en el que vas a pasar horas y horas de viaje.

De Hyderabad a Aurangabad

Para reservar los buses fuimos a la estación de tren de Nampally, alrededor de la cual se arremolinan infinidad de turoperadores y agencias de viajes con pinta de tenderetes clandestinos. Tras tirarnos un buen rato de puestecillo en puestecillo, Hitoshi dijo que prefería comprar los billetes por internet ahora que sabía de qué iba el asunto. De Nampally solo sacamos una exquisita cena tirada de precio en un hotel punjabi lleno de gatos y mugre.




El día de nuestra partida, la víspera del Republic Day, volvimos a la concurrida Nampally. En India, mucha veces no hay estación de autobuses de verdad, más bien los autocares van pasando por cierto lugar, aparcan donde buenamente pueden, cargan a lo loco y se van, normalmente fuera de hora.

Mientras esperábamos en estas condiciones, nos compramos unas chuches para el viaje y usamos por primera vez unos baños públicos, un lugar con muy mala pinta en el que pagas unas rupias y tienes acceso a un decorado de Saw o Silent Hill solo para ti. Aquí la gente usa la calle, pero por allí yo no podía, aunque no sé qué es peor.

El tiempo pasaba y nuestro autobús no aparecía. Yo estaba cada vez más nervioso y el hecho de que no hubiese ni parada, ni oficina de información, ni nada, contribuía a acrecentar mi preocupación. El método para saber si había llegado nuestro bus era estresante de por sí: correr cada vez que un nuevo bus aparcaba y preguntar como podíamos si era el de Aurangabad

Nos tiramos un buen rato así, despertando la curiosidad de algunos hyderabadis que se ofrecieron a ayudarnos… ¡Madre mía! No es que tuviesen mala intención, pero es que ninguno tenía ninguna idea de nada y sus sugerencias eran absolutas tonterías. El peor fue un conductor de rickshaw borracho que no nos dejaba en paz y que cuando pasamos de él por enésima vez se puso a insultarnos en telugu. Por sus gestos supongo que nos decía algo así:

-¡Mira los pijos extranjeros! ¡Se creen que somos tontos! ¡Se creen que son mejores porque tienen su puñetero dinero extranjero…!

A la vez que el tío declamaba a tres metros de mí, una mendiga me daba la tabarra con otra retahíla en telugu, supongo que interesada también por mi “puñetero dinero extranjero”.

-¡¿Pues sabes lo que te digo?! – Seguía el beodo- ¡Que yo me follo tu puñetero dinero extranjero!- Y acto seguido sacó unos billetes de cien rupias y se puso a... ¿violarlos? delante de nosotros.

La mendiga seguía a su bola y yo, en vez de pasar ya más de ella le dije:

-¡Tía, pídeselo a él, que se folla el dinero!

Y entonces, por un segundo, solo por un segundo, a la chica, que entendió lo que yo decía, se le escapó una sonrisa sincera al apreciar mi broma dentro de este absurdo. Enseguida volvió a su rictus serio de beggar, pero el brillo de su sonrisa tardó un tiempo en apagarse del todo de sus ojos, algo que imposibilitaba su “trabajo”. Para vosotros será una tontería, pero para mí fue un momento súper auténtico, en un país donde muchas cosas están cubiertas por un escaparate de falsas apariencias.

La cosa no llegó a más empero y seguimos a la caza del autobús. Hitoshi decía que no hacía falta que preguntásemos a todos los autocares, que lo hiciésemos solo con los de nuestra compañía, pero yo no me fiaba. Y de nuevo, “no es paranoia si de verdad te persiguen”, porque resulta que nuestro bus era un autobús escolar de esos amarillos como los de USA, con unos folios pegados con el nombre de nuestra compañía mal escrito. 

Así, con cuarenta y cinco minutos de retraso, nos subimos a un minibús cutre donde íbamos como sardinas en lata. Y es que ese no era el bus que nos llevaba a Aurangabad, era una guagua que nos trasladaría desde Nampally al lugar en las afueras de Hyderabad de donde de verdad salía nuestro autocar. Como siempre, aventura más aventura.

Con los codos de los demás pasajeros clavados en mis riñones y Hitoshi comiéndose una samosa a mi vera, fuimos recorriendo parte de la ciudad y recogiendo a algún viajero más, hasta que ya no cabía ni un alfiler. No tardanos en llegar hasta nuestro autobús y suspiramos aliviados.

Este primer autobús era uno normal, nada de sleeper, nada de camas. Así que nos acomodamos en nuestros asientos, los reclinamos a todo meter como hacía todo el mundo y hala, a tratar de dormir las trece horas de viaje que teníamos por delante.

O esa era mi idea, por que cuál no sería mi sorpresa cuando nada más salir del “término municipal” de Hyderabad, el autocar se para en un hotel de carretera que parecía que habían hecho ayer con cuatro palos y la gente se baja en tropel para ir al baño (es un decir) y cenar. Yo estaba flipando: ¡Si acabábamos de montarnos en el autobús!

Tras comerme mis chuches y “usar el baño” volvía a mi asiento y no tardamos mucho en volver a apagar las luces y salir rumbo a Aurangabad por fin. El viaje no tuvo más incidentes que la inmensa cantidad de baches que nos tragamos (teniendo en cuenta que el conductor le pisaba de lo lindo) y que hizo que alguno de los pasajeros se acordarse de la madre del driver

Bueno, también hubo un tipo que no dejaba de recorrer el pasillo del autocar en la oscuridad y que me metió un dedazo en el ojo, sin pedirme perdón, ni mirarse siquiera, que aquí es la costumbre. Lo bueno es que me pude defecar en sus ancestros a grito pelado con total impunidad.

De Aurangabad a Mumbai

El viaje entre estas dos ciudades solo duraba ocho horas, pero era nuestro primer sleeper de verdad, así que ardía en deseos de ver cómo eran estos “coches cama”.

Por suerte, nuestra compañía de autocar tenía una estación perfectamente acondicionada desde la que salían todas sus líneas y aunque nos costó dar con ella, una vez allí me invadió una seguridad muy agradable al ver paneles con los horarios de llegada y salida, un puesto de información, etc.

Con solo quince minutitos de retraso llegó nuestro sleeper. Hitoshi y yo entramos emocionados y se nos cayó el alma a los pies nada más entrar. Ya sabéis: en las fotos todo parece más grande, todo está más limpio, más nuevo… De hecho, Hitoshi se quedó pasmado al ver los “ataúdes” en los que íbamos a dormir y se empezó a formar una cola en el pasillo. Le tuve que empujar un poco y convencerle de que “esto es lo que hay, pal”.




Hay dos tipos de sleepers: los llamados 2+2 y los 2+1. Estas sumas  hacen referencia al número de filas de camas que tienen a cada lado del pasillo central. Nuestro bus era 2+2, se suponía que Hitoshi y yo teníamos dos camas contiguas (en las literas de arriba) en el lado derecho del pasillo. Pero lo que en el gráfico de Internet eran dos camas independientes y de buen tamaño, en la realidad era una sola cama donde, si se apretaban lo suficiente, podían dormir dos personas.




Pero eso no fue lo peor. Los buses también se dividen en AC y No AC, es decir que si tienen aire acondicionado o no, algo que puede ser crucial en los meses de más calor en India. El nuestro era AC porque era el que mejor nos venía por horario. El clima en aquellas fechas semejaba una agradable primavera. Bueno, eso fuera del autocar, porque en el interior del vehículo… parecía invierno en Noruega. ¡Qué frío!

Todos los chorros de aire acondicionado de los zulos estaban a tope y expelían  un aire gélido que parecía pensado para el transporte de marisco más que de personas. Me puse a apagar el mío, el de Hitoshi y el de todas las camas contiguas que estaban desocupadas, pero ni por esas. Me pasé el viaje arrebujado en la manta, tiritando y con la certeza de que me iba a poner enfermo.

Los indios se habían traído sus mantas y ropa de abrigo cuando en la calle estábamos todos en manga corta… Sé que este país tiene mil cosas que nunca entenderé, pero es que hay situaciones que desafían  toda lógica.

Hitoshi y yo tratamos de dormir en nuestro iglú y aunque nuestra heterosexualidad nos impedía reconocerlo, el hecho de tener que dormir tan pegaditos empezó a no parecernos tan mala idea. Solo me consuela saber que si yo (que aguanto bien el frío) estaba así, Hitoshi (que es como una iguana) tenía que estar al borde de la hipotermia. Sí, me consuela el sufrimiento ajeno, soy despreciable, pero es que la humanidad también se congela a cero grados.




De Mumbai a Hyderabad

Tras unas cuentas vueltas, dimos con la “oficina” de nuestra compañía de bus. Allí nos mostraron un trozo de calle como otro cualquiera de donde saldría nuestro sleeper, nos dijeron el número del autocar y nos pusieron junto a un local que iba a Hyderabad también, de modo que todo parecía bien organizado dentro de lo que cabe.

Como la experiencia es un grado, esta vez nuestro sleeper era No AC y 2+1, con lo que dormiríamos solos al lado izquierdo del pasillo, yo en la litera de abajo (que se mueve menos) y Hitoshi en la de arriba. Cuando el bus llegó comprobamos que si bien íbamos a viajar mejor, el sleeper era igual de cutre.

Aprovecho para decir que en ninguno de los tres viajes conseguí dormir de verdad. Es muy difícil que yo me duerma en un medio de transporte y por mucha supuesta cama que exista... pues que no hay manera. Además, pillar un bache a todo meter en posición horizontal es toda una experiencia de ingravidez, pero muy poco relajante.

Durante las quince horas que duró nuestro viaje de vuelta no pude más que encadenar alguna que otra cabezada estilo narcolepsia y poco más. Con lo cual, unido a que volvíamos a la rutina y al curro, hizo que el viaje, ya de por sí largo, se me hiciera eterno.




Cuando amaneció, me incorporé para poder ver el paisaje, pero tampoco es que fuera impresionante. El panorama tanto del estado de Maharashtra como del de Andhra Pradesh consiste en una especie de meseta castellana con esteroides, unos “campos de Castilla” indios, secos, amarillentos, ralos y polvorientos. A mí me parece una bella estampa, en serio, pero no es lo mejor para no aburrirse en un viaje en carretera.





Y luego estaban las interminables paradas en incontables pueblos de Andhra Pradesh. Cuando ya estábamos llegando a Hyderabad, resulta que nuestro autobús “directo” empezó a parar en todos y cada uno de los pueblitos de las inmediaciones de la capital del estado. Pueblos que eran como las ciudades esas del Far West, que son solo una calle en medio del desierto, con nada que amenice una parada de quince minutos. Habíamos salido tarde y a este ritmo, íbamos a llegar muy, muy tarde.





La cosa fue peor, porque la última parada del sleeper fue a las afueras de la ciudad, en vez de en el centro como nos habían dicho. No sé si nos timaron, nos engañaron o es que aquí todo es una guasa, pero (como cada vez que nos bajábamos de un bus) tuvimos que buscar un rickshaw a marchas forzadas.




El primero que encontramos batió el record del mundo al pedirnos 300 rupias. Hitoshi casi se lo come y por supuesto, pasamos de él. No tardamos en encontrar otro conductor que no fue tan ladrón, aunque hubo que regatear con él como leones… Y así es como dijimos adiós a nuestro último sleeper y volvimos a los usureros brazos de nuestros conocidos autorickshaw drivers…

¡Ah! ¡Hogar, dulce hogar!

2 comentarios:

  1. ¡Hermanito eres mi héroe!
    Me río del Calleja, tus aventuras si que son aventuras. Por cierto ¿Te resfriaste?
    Bueno espero que nos cuentes la parte de visita de este viaje.
    Saludos.

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    1. Hola, bro. No, no me resfrié, es increíble. Y tranquilo que ya iré contando nuestro viaje... Al final todo encajará como un puzzle cósmico...

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