martes, 27 de septiembre de 2011

Limpio de polvo y paja

Vivo en Banjara Hills, el barrio más caro de toda India, pero, claro… es India.
Desde luego, cuando mi jefe me dijo que era un sitio “posh” no me esperaba ver escombros por la calle, postes de teléfono derribados, suciedad a mansalva…
Eso sí, al lado de una casa que en España sería casi una chabola, hay un moderno edificio de acero y cristal; al lado de un solar lleno de basura, una mansión…



Yo vivo en una habitación inmensa, con un baño inmenso y tengo una terraza enorme y fresquita. Claro que aquí todo es viejo, cutre y parece sucio, la mayoría de las veces porque ESTÁ sucio.
¡Ah, la limpieza, espinoso asunto aquí! Permitidme que este post se lo dedique a mi hermana, de quien siempre me acuerdo al tratar este tema.
Cuando llegué a mi habitación el primer día, aquello estaba que daba miedo.  El caso es que llegué antes de tiempo (¿increíble, verdad?) y al llegar mi jefe me pidió perdón y me dijo que esa habitación hacía mucho que no se usaba (algo que me huele a mentira) y que ahora mismo mandaba a la señora de la limpieza.
Cuando volvimos, a las dos horas, Sharad, mi jefe, me dijo al ver el cuarto “limpio”:
-Bueno, esto es otra cosa, ¿eh?
Supongo que hay que darle una interpretación de corte filosófico, a lo Heráclito (“no puedes bañarte dos veces en el mismo río”) porque, bueno, quizás el polvo estaba distribuido de otra manera, pero…
-¡Excelente trabajo! – Respondí.
Lo dije sinceramente. Hay que ser todo un profesional para conseguir no hacer nada durante dos horas. ¡Algo haces, aunque sea por no aburrirte! Pero no, la buena señora está por encima de eso.
-Bueno, ahora a descansar – Me dijo Sharad mientras cerraba la puerta.
Ni que decir tiene que me pasé toda la tarde limpiando mi cuarto, con toallitas húmedas, que es lo único que tenía. Tampoco es que consiguiese mucho más que la india, pero me hice la ilusión de desinfectar un poco.
Todos los días la “limpiadora”... pues eso, “limpia” mi cuarto. Para los indios, limpiar es barrer el suelo con una escoba de paja de esas que usaba mi abuela en la Aldea. La india esta nunca lleva cogedor, así que no sé muy bien lo que hace con la porquería: la tira por el balcón, se la come… Y lo siento por los curiosos, no lo pienso averiguar.
¡Eso es limpiar! ¡Ya está! Nada de desinfectar, quitar las telarañas, pasar el plumero, limpiar los muebles o el baño. Creo que es más un ritual que una limpieza en serio.
Ya no es un problema de que sean pobres o cutres, no, es que tienen otra idea de la higiene y tampoco tienen muchos escrúpulos con la comida.
En el supermercado tienen autoservicio de fruta y verdura. Iluso de mi, me puse a buscar los guantes y las bolsitas de plástico… ¡JA, JA! Tiene unas cestitas roñosas, que una vez has rebuscado bien entre la verdura con las manazas (recordemos que los indios se limpian el buyamen con la mano), te sirven para que otra india, sin guantes, te los pese y les ponga una pegatina con su precio sobre la propia pieza de fruta o lo que sea.
Y os aseguro que hay que rebuscar mucho para encontrar un espécimen de vegetal que te quieras comer.
Cuando estaba en Madrid y limpiaba cada mes me sentía un guarro, ahora pensaré que soy neurótico hipocondriaco adicto a la limpieza… ¡Gracias India!

jueves, 22 de septiembre de 2011

El espíritu de la India

Y llegó el día... Tras el magnífico vuelo con Fly Emirates y sus azafatas del gorrito, llegué al aeropuerto de Dubai, una especie de decorado de ciencia ficción inmenso.

Mientras esperaba mi vuelo, se sentó a mi lado una monja India con ganas de palique. Ella hablaba y yo me comía unos cacahuetes del Día. Me preguntó que cuántos hijos tenía, qué si estaba casado y que cómo me llamaba. Cuando le respondí que Justo se sorprendió de que en España ya no usásemos nombres cristianos. Señor, dame paciencia.

Lo que no era cristiana era la mirada lasciva que dirigía a mis cacahuetes. Le pregunté si quería y me respondió que no, pero ante mi insistencia no llegó a negarme tres veces y se apretó un puñado de panchitos considerable. Me dijo que en India eran muy caros, aunque luego me explicó que es que en España las cosas son muy, muy caras. Tiene guasa que uno se tenga que ir a Dubai para que una monja India le diga que en España los precios están por las nubes.

Otro estupendo vuelo con Emirates y ya estaba en Hyderabad. Allí hay que hacer los típicos trámites para entrar en el país, pero al estilo indio.

Lo primero es rellenar un mini formulario en el que tienes que poner los mismos datos que ya vienen en tu visado y en tu pasaporte, pero te los preguntan desordenados y se saltan algunos, está claro que van a pillar...

Después pasas por una cola con una veintena de mostradores, cada uno con un funcionario que comprueba tu visa, tu pasaporte y tu cuestionario, te pone un sello y te manda para afuera. Con tanto personal la cola va a buen ritmo y uno piensa "jolín, los indios, se han puesto las pilas". ¡Craso error! Después de pasar por ahí, hay un solo tipo que mira que el primer funcionario te ha puesto bien el sello, con lo que se forma un cuello de botella que ni en Madrid en hora punta. ¡Esta sí es mi India!

Al salir, otro tipo te recoge el cuestionario de marras, seguramente para que no lo uses de papel higiénico que en India escasea.

Del aeropuerto a la parada de Taxi, antes de que te des cuenta ya te han metido en uno. Yo iba con respeto por la famosa temeridad de los indios, pero no es temeridad, es otra forma de entender la conducción.

Para el conductor indio la parte más importante del coche es el claxon. Aquí te pilla la Guarcia Civil (Picoletos Tikka en India) sin faros, sin volante, sin ruedas y da igual... ahora, te pilla sin claxon y lo tienes crudo.

Se pita para todo. Para adelantar, para que te adelanten, para cruzarte con otro vehículo, para girar, para acelerar. Aquí creo que para sacarte el carné haces el examen teórico, práctico y el de cláxon. (Aunque según tengo entendido, si pagas 10.000 Rupias tienes hasta el de helicóptero).

El camino fue un muestrario, un mosaico de la dicotomía, de la bipolaridad de India, que se mueve entre dos extremos antagónicos que podíamos resumir como: Lujo... y mierda. De lo uno y de lo otro hay para aburrir, según dónde mires.

Hay muchos coches, muchísimas motos, muchos autoricksaw, alguna bici y las vacas, claro, que andan por ahí a su bola entre tanto caos. Todos se esquivan los unos a los otros en una sinfonía caótica al ritmo de los pitidos. No abundan  los semáforos, ni las señales... Si hay pasos de cebra, se reconocen porque son el único sitio por donde no cruza nadie.

Tras la travesía en taxi, llegué a mi hogar/lugar de trabajo en la zona pija de Banjara Hills. Lo dejo para otro post, pero adelanto que es fiel al espíritu de India, recordad: Lujo... y mierda.


martes, 20 de septiembre de 2011

Un viaje de mil millas comienza con un solo paso

Cuando pienso en el primer paso en mi viaje a India, lo que me viene a la cabeza es la solicitud de mi visado de trabajo.

Lo primero es bajarse el formulario con los engorrosos trámites de aquí, más unos cuantos de allá. Me sorprendió la sección Si Vd. es paquistaní, que contenía otra tonelada de formularios y documentos, incluido uno con el título aproximado de ¿Cómo sé si soy paquistaní?. Al parecer, para la India, si tu abuelo tenía un amigo que veía películas de Paquistán, es muy probable que seas un maldito paquistaní. Tras comprobar que no era paquistaní (¡Uffff!), se supone que tenía que ir a la embajada.

En España, en vez de a la embajada, resulta que hay que dirigirse a una especie de bufete de abogados/agencia de detectives internacional para conseguir tu visa. Supongo que no es más que una externalización en la que alguien se lo llevará muerto. Me enorgullece que exportemos lo mejor de nuestra cultura, para que luego digan.

Allí reinaba un ambiente de alegría y jolgorio debido a todos los futuros turistas que venían a recoger sus visados. Yo me acerqué al mostrador contagiado de este buen rollo reinante, hasta que la señorita que me atendía dijo:

-¿Visado de trabajo?- Su rostro cambió a una gélida máscara de profesionalidad- Tiene que ir con el supervisor, al final de ese oscuro y ominoso pasillo donde mueren las esperanzas y nacen las tribulaciones.

Bueno, puede que no dijese eso literalmente, pero su tono te lo daba a entender.

La puerta abierta de la citada oficina dejaba ver a un orondo indio hablando por teléfono. Éste me dirigió una furtiva mirada y siguió charlando a grito pelado. A los 5 minutos de esperar en el dintel me empecé a impacientar. A los 10 me di cuenta de que lo que hablaba era inglés. A los 15 volví al mostrador a preguntar a la señorita si era esa la oficina de verdad, su escueto "sí" y su sonrisa helada parecían decirme "y lo que te espera, chaval". De vuelta, a los 20 minutos, el tipo cuelga por fin, me mira otra vez y cuando estoy ya dando el proverbial primer paso, descuelga otra vez el teléfono y vuelve a violar la lengua de Shakespeare con impudicia. A pesar de que estaba contento por encontrar a una persona que hablaba inglés peor que yo, ya me estaba poniendo nervioso. Al final, el burócrata colgó y me pidió que pasara como si me acabase de ver.

- Subráyeme en su contrato el tiempo que estará en India, su sueldo y su catría.

Deduje que "catría" era "categoría" y saqué más papelotes.

-Verá, está todo desglosado aquí, excelencia, en estos anexos...

- ¿Anexos? No me gusta, no me gusta su contrato. La embajada puede revocar su visa sin dar explicaciones y sin devolver el dinero. Yo que usted buscaría dónde pone eso en su contrato y me lo traería subrayado.

Con un elegante movimiento de sus dedos semejantes a morcillas de burgos me largó de su oficina a hacer los deberes. Bueno, pues lo hice, volví a la oficina y... sí, lo habéis adivinado, el tipo volvía a estar hablando por teléfono. Esperé otros 10 minutos y Su Magnanimidad me permitió sentarme. Esta vez quedó contento, o todo lo contento que puede estar un burócrata indio.

Tras una agónica espera de 7 días, me confirmaron que la India me consideraba apto para trabajar en su bello país. Ahora sé que era todo una performance para que me acostumbrase a la lentitud e inoperancia de la burocracia india, para que no me pille de sorpresa... gracias, muchas gracias.

Por suerte tengo un papel firmado por mi jefe en el que dice que se responsabiliza de todo lo que haga en India, así que supongo que podría matar a algún funcionario en Hyderabad. Pero bueno, no creo que lo haga, no sería digno de una persona de mi "catría".