miércoles, 26 de octubre de 2011

Hyderabadi Biryani

La comida de Hyderabad es otro de los temas que parece despertar mucha curiosidad y no es para menos. La comida india poco se parece a la que sirven en los restaurantes indios de España. Además, Hyderabad se encuentra en el estado de Andhra Pradesh, famoso por su fusión de estilos culinarios.
Lo primero es diferenciar lo que come la gente cada día de lo que se puede comer en los restaurantes. Como siempre, hay un abismo.
La dieta hyderabadi corriente es muy variada y compleja. A grandes rasgos, se compone de arroz, verduras, arroz con verduras, verduras con arroz y como no, el famoso biryani (a base de arroz con verduras).


Más de la mitad de la población es vegetariana, ya sea por motivos culturales, religiosos o porque no pueden permitirse comer carne y es mejor decir “soy vegetariano” que “no tengo una rupia”.
Los que comen carne se suelen limitar al pollo, que no es muy caro. Se pueden ver pollos y gallinas correteando por algunas calles y en los mercadillos te los venden vivos y te los sacrifican y despluman en un momento. Eso sí, no les pidas que te los corten, porque no se van a poner a separar las alas, las pechuga, etc., sino que le empezarán a pegar tajos al podre cadáver de Calimero como en La matanza de Texas, así, a lo loco.
También es más o menos asequible lo que llaman mutton, pero que los que hablan inglés no se lleven a engaño porque bajo este nombre lo que te venden es cabra, cabrito se supone.
Teóricamente, la carne más famosa de Hyderabad es el cordero (lamb, claro), pero encontrarlo de verdad es bastante difícil, parece relegado a las cocinas de los restaurantes de lujo.
En el único supermercado medio decente que hay por aquí (un Spar) compré una bandeja de carne troceada con la sugerente etiqueta de “Boneless Lamb”, cordero deshuesado. Lo compré enseguida, cómo no, pero una vez en casa el “Boneless Lamb” resultó ser cabrito con ternillas y más que cabrito, cabra y más que cabra… el macho adulto de la cabra… y posiblemente el tipo que puso la etiqueta también era de la misma especie.
Y eso el día que hay carne, porque puede pasar que vayas a la carnicería del Spar todo contento y te encuentres con un cartel que reza “Meatless Day”, vamos, que no venden carne.


Aquí en las fiestas de guardar a veces está prohibido manipular la carne de ninguna manera. Muchas otras fiestas también son “Dry Day”, que evidentemente no es que no haya humedad en el aire, sino que no se puede servir alcohol. Básicamente, aquí en las fiestas comen menos y no beben nada. Estuve tentado de explicarles a mis compañeros cómo son las fiestas en España, pero lo mismo me corren a boinazos por hereje.
Estas cosas, como ya he dicho, solo preocupan a un cuarenta por ciento de la población, el resto son ovo-lácteo-vegetarianos, o como se diga, vamos (dedicado a Miriam), que comen huevos y beben leche o vegetarianos ultras en plan veganos. 
Aquí todo se divide en “Veg” y “Non-Veg”: las cartas de los restaurantes, las colas para pedir en el Subway, hasta McDonalds tiene varias hamburguesas vegetarianas (de hecho, lo que no tiene es hamburguesa de ternera, claro).Yo he probado la Mc Spicy, hecha con paneer un queso insípido que rebozan y parece pollo empanado, está buena.


Supongo que de esta preponderancia de los vegetales nace el gusto por las especias y el picante. Aquí raro es el plato que no pica. En general las cosas no pican muchísimo, pero todo pica, el lema indio es “sin picor no hay sabor”. Creo que por eso acompañan todo con arroz blanco, para matar un poco el picante.
La mayoría de las cosas se pueden comer, pero de vez en cuando te encuentras un plato que te fastidia la cena, porque después de él no puedes comer nada picante, ya que te arde la boca, pero si comes algo no picante no te sabe a nada (tus papilas gustativas se han quemado, claro). El otro día me topé con uno de estos killjoy dishes y acabé cenando un banana split.
Todas estas delicias se pueden disfrutar en los restaurantes típicos de Hyderabad, los hotels (y sí, el nombre lleva a confusión, porque los hoteles también se llaman hotels). Suelen tener dos pisos: la planta baja para la plebe y la primera planta para los ricos, los pijos… y los extranjeros.
Esta separación a veces coincide con la división que existe aquí entre restaurant (suele ser el piso bajo) y family restaurant (el piso de arriba). La diferencia es que en el primero no se admiten menores ni mujeres (aunque sí perros) y en el segundo, pues sí. Como podéis deducir, es difícil ver a mujeres de clase humilde comiendo fuera de casa.
El menú de los hotels suele estar dividido en cocina del Norte de India, del Sur y comida china, que nada tiene que ver con la comida china de España, ni con la comida china de China.
En general todo está muy bueno y es bastante barato. Aquí puedes ponerte hasta las trancas en un restaurante bueno, por lo que en España te vale un menú del Burguer King. Si vas a los restaurantes baratos puedes comer muy bien por tres euros, pudiendo elegir entre un sinfín de paltos con nombres extraños (eso sí, todos son arroz con verduras).
De todos modos, normalmente yo cocino para mí mismo y aunque por lo general preparo cosas normales, estoy haciendo mis pinitos con la cocina india. Mi nuevo gurú en los fogones es el cocinero de www.vahrehvah.com. Si os gusta cooking with dog , este frikazo os va a encantar. Tiene un magnífico acento indio, pero os aseguro que viendo lo que hay aquí, este tipo debía ser el número uno de su clase de inglés.
Pues nada, os dejo con la receta del Hyderabadi biryani (si entendéis el inglés merece la pena verlo hasta el final, lo prometo), y yo me voy a cocinar, estoy cansado de tanto arroz con verduras, me voy a hacer un risotto.


¡Que aproveche!


sábado, 8 de octubre de 2011

Mi humilde hogar

Aunque yo no lo considero un tema muy interesante, mi casa y sobre todo, mi cuarto de baño han levantado una gran expectación y controversia. Es por eso que, en esta ocasión, Hyderabad Blues se convierte en ¿Quién vive ahí?, un repaso por una vivienda de clase media-alta en Banjara Hills.
Esta es la fachada de mi casa una especie de dúplex con seis habitaciones. Lo de la izquierda es el garaje, con capacidad para un coche o muchas motos y con un balón de fútbol pinchado que mis compañeros usan para entretenerse durante los apagones diarios.
Esto de aquí es un kolam. Cada mañana, la mujer que limpia dibuja uno nuevo delante de nuestra casa, supongo que esto es más importante que limpiar la cocina. Se trata de un dibujo de tiza de bienvenida que se traza frente a la puerta de entrada. Invoca la prosperidad, así como saluda y acoge a los invitados. Antiguamente se hacía con harina de arroz y era un buen augurio que los insectos comieran de él (sí, qué bonito).
Estas son mi ventana y mi terraza. No le cojáis mucho cariño al exuberante árbol que hay enfrente porque actualmente es historia. Esta semana, una cuadrilla de tipos ataviados con zorongos y turbantes y equipados con la más moderna tecnología de la edad de bronce (a saber, un hacha de los Clic de Playmobil y unas cuerdas que habían robado de las cuevas de Altamira), talaron al pobre arbolito con la excusa de que nos tapaba el sol. Sus restos siguen al lado de casa, desparramados por el suelo. Antes era un hogar para las aves, ahora me pregunto si no lo será para las ratas.
Por arte de magia ya estamos en el interior de mi terraza. Aquí me saco una cómoda silla y me pongo a leer A dance with dragons en mi e-reader cuando los apagones me impiden usar Internet. Al fondo se ve la cuerda de tender la ropa, pero echémosle un vistazo…
Sí, amigos, sí, India es el país de la tecnología, de la informática, del progreso… No es de extrañar por tanto que usen cables de red para hacer tendederos. Estoy tratando de conectar uno a mi portátil para que me avise cuando la ropa esté seca.
Nos movemos ya en el interior de mi cuarto. Estas son mis bonitas vistas del edificio de enfrente, en el que las cajeras del More (como el Día pero más cutre, sí, sí, hay cosas más cutres que el Día) descansan y se toman la merienda, siempre con especias, claro. Aquí siempre huele a especias, pero yo ya he dejado de percibirlo… menos mal.
Esta es mi cama. La cama es lo mejor de este lugar. Caben cuatro personas, es bajita, es muy dura y tiene una almohada de esas rectangulares, firmes y planas. Es muy cómoda y muy buena para la espalda. La colcha hortera viene de serie en India.

Estos son los aparatos de “refrigeración”. Esa cosa color bata de enfermera que parece atrezo del Star Trek original es el aire acondicionado. Menuda pinta, ¿eh? En la foto no se aprecia pero el filtro está hecho con chamizo, yo pensé que era una ñapa de esta gente, pero no, vienen así de fábrica, lo juro. Me gustaría poder contaros si funciona bien o no, pero nunca lo he usado ni lo pienso hacer. La otra foto corresponde a mi buen amigo el ventilador de techo, el que más hace en este lugar para que esté cómodo… ¿qué haría sin él?
¡Y por fin llegamos al baño!
Esto que veis en primer plano es la alfombrilla. Aquí tienen una enfrente de cada cuarto de baño porque como salen chorreando de agua la necesitan para que la casa no sea un barrizal. Esta la compré yo, porque la que me habían puesto era en realidad una toalla de mano mugrienta que actualmente está escondida en una especie de armario trastero que tengo, junto a otras mierdas indescriptibles.
La bañera es bastante grande y bastante chula. Tiene ducha también, gracias a Dios, ya que aquí no es tan normal que la ducha esté en la bañera, vamos, de hecho, aquí en los baños normales no hay bañera. Mi cuarto de baño es oriental-occidental, se supone que tiene lo mejor de los dos mundos… se supone.
Esta es la ducha que usan ellos y debajo está su lavabo con otro de los ubicuos cubos que tienen por aquí (creo que los cubos tienen un código de colores que indica su función, pero todavía lo estoy investigando). Es una ducha sobre el suelo, así, sin más, ya que aquí echan el agua sobre el propio suelo de baño.

Es por ello que en cada cuarto de baño hay un par de sumideros como estos que conectan con las cañerías de la casa. Al lado, desmontado, podéis ver el aparato que usan para arrastrar el agua al sumidero.
Y por fin llegamos al retrete. Sí, tranquilos tengo una taza de váter normal y corriente… bueno, casi.
En los baños orientales superchulos (como en los del aeropuerto de Dubai), al lado del váter hay una manguerita extensible que suple a nuestro papel higiénico, pero aquí solo tenemos… ¡El Cubito! Ese cubo aledaño con ese pequeño jarrito es lo que se debe usar para limpiarse tras usar el trono… je, je… no, yo no puedo hacerlo…
Vale, sí, aquí en India venden papel higiénico en cualquier lado y aunque está más caro que en España, su precio no es prohibitivo. Hasta ahí todo bien, hasta que te comentan que las cañerías de India son una mierda (nunca mejor dicho) y no pueden soportar el uso continuado de papel, toallitas, etc. Yo me resistía a creerlo, pero me lo ha corroborado todo el mundo y sin querer entrar en detalles escabrosos, la verdad es que viendo el funcionamiento de mi váter… pues sí, pues va a ser verdad.
Cómo he solucionado mis problemas de… “regularidad” es algo que queda entre el cubito y yo.
Y para no dejaros con este sabor de boca (¡uf, mala metáfora!) os voy a enseñar a otro de mis fieles compañeros.
Sí, amigos, esa cosa indescriptible es… ¡una lavadora! Cumple el dicho de "en casa del herrero cuchillo de palo", ya que un electrodoméstico que está hecho para limpiar tiene más mierda que el rabo de una becerra. Su aspecto cutre, no obstante enmascara un funcionamiento… ¡todavía más cutre!
El concepto de automatismo no ha sido bien entendido por los diseñadores de lavadoras indios. Cada siguiente paso en el programa requiere que un ser humano (es decir, yo) apriete un botoncito para poner la máquina en marcha. Si a eso le añadimos que hay que llenarla de agua a golpe de cubo, pues vamos, que es una delicia de actividad.
En resumen: La llenas de agua (5 minutos), pones el chisme a lavar (15 minutos), drenas (5 minutos), más agua (5 minutos), aclarar (15 minutos) y secar (5 minutos). Todo ello debe ser monitorizado desde cerca, de modo que, como la lavadora no está en mi cuarto, sino en el piso de arriba, yo me vuelvo a llevar mi e-reader y lavo mi ropa mientras leo como Tyrion le tira los tejos a una lavandera de Pentos… ¡Qué ironía!

domingo, 2 de octubre de 2011

Por las calles de esta ciudad

Hay tres cosas a las que nunca me acostumbraré de Hayderabad: La primera es el cuarto de baño. La segunda es que a las 19:00 es de noche. Y la tercera es… cruzar la calle.
Ya comenté la locura que era el tráfico aquí. Un montón de coches, montañas de rickshaws, toneladas de motos…  La mayoría de las calles principales no son calles, sino carreteras. De la Road 1 a la Road 12 van recorriendo la ciudad de manera extraña y errática.

Conducir en Hyderabad debe ser una aventura, pero ser un peatón es arriesgar la vida. Hay pasos de cebra, sí, pero son meramente ornamentales, creo que los indios piensan que solo sirven para que crucen las cebras y como aquí no hay… Hay algún semáforo de vez en cuando con su guardia de tráfico al lado para que lo respeten más o menos. Pero los semáforos no tienen nada que ver con los peatones, son solo para regular el tráfico rodado.
En algunos casos, paso de cebra y semáforo coinciden, con lo que podrían usarse para cruzar la carretera, sin embargo solo suelen coincidir hasta la mediana, para cruzar el otro sentido te tienes que jugar la vida de nuevo.
Los indios lo hacen. Con toda su flema se ponen a cruzar una carretera como el Paseo del Prado caminando entre los coches. Los coches NUNCA paran, eso no se concibe aquí. No paran y apenas aminoran, solo esquivan… y pitan. Los indios lo hacen, sí, pero lo hacen con cuidado y respeto, ni ellos pueden hacerlo sin poner los cinco sentidos cuando hablamos de Roads más allá de las 19:00.
Muchas veces uno tiene que esperar 15 o más minutos hasta que ve su oportunidad, el slot en el que puede trazar una ruta semisegura. Lo malo, claro, es que no hay vuelta atrás. Como mucho te puedes quedar parado rodeado de un tráfico incesante que te esquiva de mala gana mientras te pita.
Sí, vale, sí, me sé la teoría: Ir siempre a la misma velocidad, en una pequeña diagonal, no parar, no hacer movimientos bruscos… Todo muy bonito, pero hay que ser muy templado para ponerlo en práctica por la noche, en hora punta, con las largas deslumbrándote, los cláxones dejándote sordo y tu corazón latiendo a cien por hora.
Realmente, los indios conducen muy bien, (de hecho o conducen bien o mueren y eso es mucho mejor que las autoescuelas y el carnet por puntos) con lo que si eres lo suficientemente valiente y cruzas a las bravas, en teoría, aparte de acordarse de toda tu familia en telugu, no te va a pasar nada… pero hay que ser muy osado.
Yo por el día puedo cruzar las carreteras con tiempo y cierta locura fruto de la desesperación, pero por la noche soy incapaz.

Ayer  traté de ir a un cine donde se supone que ponen películas en ingles. Me bajé mi mapa de google maps con sus indicaciones, etc. Todo iba muy bien hasta que tuve que cruzar una calle tipo mini Times Square. Nada, imposible, hasta para los locales era difícil. Traté de subir calle arriba a ver si había algún semáforo, alguna zona más fácil, pero me cansé a los 20 minutos de recorrer la autopista. Tuve que volver a la confluencia de la Road 7 (donde yo vivo) y la Road 1 (la calle principal). Abortada la misión del cine, solo quería cruzar la calle para ir al centro comercial del Hard Rock Café y comprar tebeos, comer en el Kuentucky Fried Chicken y tomarme un helado.
Era imposible. Enfrente de mí, la gente pija llevaba sus bolsas de la compra, reían y paladeaban sus batidos take away, lo hacían a cámara lenta para fastidiarme más. En mi acera, solo estábamos los indios sin un duro y yo.  Tan cerca… y tan lejos. Un mundo de evasión consumista me esperaba a solo unos metros, sus cantos de sirena me impelían a embarcarme en una loca travesía a través del tráfico… pero mi instinto de supervivencia era más fuerte.
Una, dos, tres, creo que hasta cinco veces traté de cruzar por varios lugares diferentes, hasta que decidí andar otros 15 minutos a una zona donde cruzar no era una completa locura, solo media locura. Crucé, sí, con más miedo que vergüenza y preguntándome a mí mismo cómo lo había hecho. Llegué al mall superpijo, lleno de vacua felicidad, si bien es cierto que con mi taquicardia, mis nervios agarrados al estómago y la espada de Damocles que era saber que por muy safe y a gusto que estuviera allí… de un modo u otro, tenía que volver a cruzar la calle para ir a casa.
Como estoy escribiendo esto, podéis deducir que salí vivo de allí, pero esa es otra historia y debe ser contada en otro momento. Os dejo con un video que muestra cómo se cruza la calle aquí. Por supuesto no lo he grabado yo, apenas puedo cruzar como para ponerme a hacer cine de arte y ensayo. Lo que veis es la cruda realidad y como os he dicho, por la noche multiplicad eso por cinco. Muchos peatones bothan han muerto para conseguir esta información, valoradla.

P. S.: ¡Ve voy a jugar al Frogger!