jueves, 24 de mayo de 2012

Vida de pijo


Como ha quedado reflejado en este blog, vivo entre ratas, basura y polución. Cruzar la calle es una aventura mortal y los conductores de rickshaw tratan de timarte sin cesar. De pasada he comentado la mala situación en la que se encuentran aquí los desfavorecidos, tanto los de dos patas como los de cuatro. Además, los dependientes de las tiendas te acosan pero nunca te solucionan nada, los indios se te cuelan en cualquier cola, los mendigos se abalanzan sobre ti y nunca te dan las gracias...  
-¡Qué horror! ¿No? ¡Qué vida más dura! ¿Verdad?-

Si bien las cosas malas no solo son verdad sino que muchas han sido suavizadas para el “gran público”, si bien varios amigos míos han tenido experiencias para las cuales no soy capaz siquiera de escoger un adjetivo calificativo (“horribles” se queda corto), si bien todo esto es cierto, siendo sincero, yo no me puedo quejar, por ahora, de mi estancia en India.

Porque, a pesar de todo lo malo, estar aquí también te ofrece un montón de oportunidades dignas de ser aprovechadas.

Cine

Ya hablé del cine en Hyderabad, pero no expliqué bien todas las comodidades de las que puedes disfrutar en las salas locales.





Lo primero es que esta ciudad cuenta con un verdadero cine IMAX, el Prasads. Digo un verdadero cine IMAX porque aunque en mi ciudad natal, Madrid, tenemos uno, es más bien un triste sucedáneo. En Madrid apenas se estrenan películas normales rodadas en este formato: no se estrenó El caballero oscuro, por ejemplo. Aquí, sin embargo, pude disfrutar de mis queridos The Avengers en pantalla gigante.

El verdadero lujo asiático son las entradas de “primera clase”, que por unas cuantas rupias más te ofrecen la posibilidad de sentarte en unos sillonazos reclinables, con una mesita para poner las palomitas y huecos para las bebidas. Ni siquiera tienes que ir a por tus refrescos y snacks, sino que el personal del cine te coge el pedido antes de la película o durante el intermedio y te lo lleva a tu asiento cuando está listo.
-¡¿Qué me dices, Jose?! ¡¿Te vienes?!-





Lo que puedes pedir, además de palomitas sweet, masala, cheese o salted, además de veg burgers, de maíz dulce, de helados, de zumos naturales, de gofres, de sándwiches vegetarianos, de cookies y frutas con chocolate… también incluye las típicas samosas y chicken rolls.

Pero la locura es que las entradas de lujo cuestan menos de cuatro euros y las normales poco más de dos y sin aumentar el precio por el 3D.
-¡¿Qué me dices, Pablo?! ¡¿Te vienes?!-

Por cierto, hace poco vimos El exótico Hotel Marigold y os la tengo que recomendar a todos. Es el complemento perfecto para este blog.




Aunque hay una opción aun más barata y sibarita que el cine convencional: alquilar una sala.

No, no en un cine de verdad, pero algo parecido. Puedes ir a un videoclub y en vez de llevarte la peli a tu casa, puedes alquilar la sala de cine que tiene allí para disfrutar del filme. Cuentan con un proyector digital, una gran pantalla y otra colección de sillonazos que acomodan fácilmente a una buena docena de personas. Además, te puedes llevar tus propias viandas y bebidas, parar la peli cuando quieras, hacer el idiota impunemente, etc.

Todo esto por la módica cantidad de quince euros, que si lo divides entre las personas que caben en la sala… pues eso, un euro por barba.

Lo que me pregunto es si puedes enganchar una consola y alquilar la sala para tirarte toda una tarde jugando al Marvel Alliance en pantalla gigante.
-¡¿Qué me decís, Chemi, Piru, Paco?! ¡¿Lo averiguamos?!-


Restaurantes

Una cosa que abunda en India es la comida india. La de Hyderabad no se parece mucho a la que podemos encontrar en un restaurante indio de España, que muchas veces ni siquiera está regentado por verdaderos indios (muchos son de Bangladés) y que se inspira en la cocina que crearon los ingleses, que se conoce como British Raj y que, evidentemente, es menos spicy.




Aquí la cocina típica es la South Indian, concretamente la de Andra Pradesh, que es famosa por ser la más picante de todo el subcontinente y cuyo plato estrella es el biryani del que ya os hablé. Sin embargo, es muy común que los restaurantes modestos se definan a sí mismos como multicuisine, lo que incluye cocina china (al estilo indio, claro) y muchos tipos de kebab (que no tiene que ver con el döner turco, sino con el shish iraní) que son carne, vegetales o incluso pescado a la parilla.


Para disfrutar de estas delicias, un lugar muy recomendable es Barbeque Nation. Lo gracioso de este restaurante es que tienes una barbacoa en la propia mesa. Cuando llegas te acomodan en una mesa con un hueco en el centro bajo el cual te encienden unas ascuas. Mientras tengas tu banderita arriba, los camareros no dejarán de traer pinchitos de carne, gambas, paneer… hasta que te canses y te dirijas al bufet cercano con más platos típicos.
-¡¿Qué me dices, Angelón?! ¡¿Te vienes?!-





Aunque el verdadero lujo son los restaurantes que se encuentran el algún lugar privilegiado de la ciudad y que cuentan con una esmerada decoración y un agradable ambiente.




Uno de mis favoritos es el Coco´s Grill & Bar. Se encuentra en la azotea de un edificio y está decorado con un estilo tropical: chamizo, velitas y caminitos de cantos rodados. Buena música en directo y la inclusión de mi adorado cheese nan en el menú hacen que ame este lugar.




Cerca de mi casa se encuentra Our Place, que cuenta con un estilo elegante, una impresionante terraza con jardín, música en directo tradicional y una de las mejores versiones de mi plato indio favorito: el curd rice (que sí, que solo es arroz con yogur, pero me encanta).





Junto al gran lago Hussain Sagar, se encuentra uno de los numerosos restaurantes de la cadena Ohri´s, el 1857, que además de contar con unas estupendas vistas sin ningún olor ofensivo (que es lo típico junto a una masa de agua en Hyderabad) y una decoración sacada de una película de época, tiene un plato indio que no sé cómo se llama pero que son, talmente, gambas con gabardina.





Clubs

Llámalos, pubs, discotecas, garitos… como quieras. Estamos hablando de los lugares para beber y bailar. Como ya dije, aquí los locales necesitan unas caras licencias para vender alcohol y permitir el baile, con lo cual son un poco pijos.




Irían desde el local estilo pub inglés con música disco a auténticas discotecas. En algunos hay que pagar entrada, que normalmente te cambian por un "dinero de Monopoli" con el que puedes comprar el alcohol y la comida que quieras. Porque sí, aquí en casi todas las discotecas hay comida. Son aperitivos, no primeros platos. Los aperitivos suelen ser pollo con algún masala, mientras que los primeros platos son pollo con algún masala, no nos confundamos.




En algunos garitos, un día a la semana, tienen la Lady´s Night, que significa que las chicas no pagan entrada y pueden beber gratis. Eso sí, una chica no puede pedir una copa y luego dársela a un chico, que hay gente vigilando eso, la oferta es solo para féminas.
-¡¿Qué me decís, chicas?! ¡¿Os venís?!-




De hecho, aquí he visto ofertas como “Si vienes con dos chicas entras gratis”, dirigido a los chicos, claro. Estas cosas os darán una idea de la cantidad de mujeres que hay en las discotecas, número que se reduce más si nos centramos en las que viene sin pareja. De todos modos, ya he dicho que estos locales son “guays”, con lo que puedes ver alguna india con minifalda y “locuras” por el estilo.




La música suele estar tremendamente alta, me refiero a más alta de lo normal en una discoteca, lo que unido a que hay mesas y sillas para cenar, me resulta muy extraño.

Sobre su estilo musical…  pues es uno: “chunda, chunda”. Parece ser que los indios no conciben que se pueda bailar con otra música.

Bueno, existe otro estilo, pero es parecido. En muchos garitos, un día a la semana, tienen la Bollywood Night. Pero que eso no os lleve a engaño, ya que la música del cine indio actual es bastante “chunda, chunda” también, aunque de vez en cuando hay algún “temazo” ya sea bhangra, clásico, etc.




Los indios tienen su propio estilo de baile, eso sí y yo conozco al bailarín número uno: Suyash Neutrino. Un colega indio con más juego de cadera que Shakira.




Las canciones de Shakira se pueden escuchar en el Cuba Libre que sería un club como todos los demás, si no fuera porque es el único de la ciudad que pone salsa. También dan clase de bailes latinos, pero no sé qué pensar de los profesores, ya que los indios que ves bailar en el local… bueno, parecen hermanos más que parejas de baile. La salsa más casta del mundo. Supongo que no es salsa, sino masala, pero poco spicy, ya ves.

A lugares como estos vamos de vez en cuando a quemar la noche sin parar… hasta las 23:30, que es cuando empiezan a cerrar la mayoría de estos “locales nocturnos”. Bueno, algunos cierran más tarde, pero tampoco hay mucho despendole por Hyderabad.




Algunas de las discos que cierran más tarde se encuentran dentro de los numerosos hoteles de lujo que hay en la ciudad. Otros lugares que nos vemos abocados a frecuentar.

Hoteles 

Creo que en Madrid nunca he puesto los pies en un hotel. Ni en sus bares, ni en sus terrazas… ni siquiera sé si tienen discotecas y piscinas como los de aquí. Sin embargo, en Hyderabad sí que voy de vez en cuando a los Taj y otros hoteles. Los motivos son dos: que aquí hay pocas más opciones y sobre todo, que aquí estos lujos son mucho más baratos.




Además de los clubs, están los bufet (breakfast, brunch, lunch…), las piscinas, las saunas, los health clubs, etc. Y lo bueno es que puedes disfrutar de todo a la vez. No son pocos los que se aficionan a pasar, de vez en cuando, un relajante domingo en alguno de los Hoteles de 5 estrellas de Hyderabad.




Es tentador tirarte un día entero en la piscina, con tu tumbona a solo unos metros del agua y alejándote apenas un poco más para disfrutar de un magnífico desayuno y después, de un opulento almuerzo con ternera, langosta, comida india, pescado, frutas, tarta, pasteles y… ¡ice cream sushi!




Un desocupado indio vierte chocolate líquido en una especie de plancha, que en vez de calentar, enfría. El cacao se pone rígido y sobre él se vierte algún helado y se rellena son fruta o frutos secos. Se enrolla y se corta como el shusi y se acompaña de algún topping y algún sirope. ¡Delicioso!




En la piscina, casi ininterrumpidamente, te están trayendo mojitos o lo que te dé la gana, mientras escuchas música en directo y disfrutas de un ambiente de temperaturas suaves y libre de mosquitos, gracias a las bombas de fragante repelente.




Después, una ducha masaje y vuelves a casa a pasar lo que te queda del domingo con un relax y una satisfacción plenos. Y como siempre, lo más impactante es el precio: todo este lujo asiático por unos 28 euros, un chollo. 
-¡¿Qué me decís, gente?! ¡¿Os venís?!- 

Aquí esto es lo mejor que tienen, lo que hace que te acabes codeando con la crème de la crème de la ciudad, tanto con los expats (he aprendido que la palabra “inmigrante” es solo para pobres), como los indios, que son los que “manejan” de verdad.

Fiestas Privadas

Y así llegamos a las fiestas privadas, semiprivadas o selectas de una u otra clase. De hecho, las posibilidades de comer y beber gratis o por precios irrisorios pululan a tu alrededor. Las más veces he acabado en algún sarao como estos gracias a mis amigos españoles, que son gente muy maja y se ganan un montón de “contactos” por su simpatía y cara bonita.




Fiestas de presentación de la nueva variedad de Kingfisher (la cerveza india número uno), ofertas especiales para grupos conseguidas por un conocido del amigo del manager de tal o cual resort, el aniversario de boda de un afamado empresario o simplemente, una fiesta íntima en la mansión de algún millonario local. Vamos, la vida de la “gente guapa” a la que como “rostros pálidos” tenemos un poco más fácil acceder.





He visto cosas que vosotros no creeríais: banquetes en jardines de estilo persa construidos para el descanso de las caravanas de comerciantes del siglo XVII, a mis amigos posando con estrellas del críquet o bailando junto a las cheerleaders del equipo local, una casa con docenas de sirvientes, gimnasio, sala de cine, piscina, porche, jardín… Pero lo que más me ha impresionado en la casa de un magnate Hyderabadi ha sido… esto:




-¡¿Qué me dices, Luismi?! ¡¿Te vienes?! -


-Al fin y al cabo, aquí todos son “indios”

domingo, 13 de mayo de 2012

Fauna


Eran las dos de la madrugada o algo así. Yo volvía a mi antigua casa después de haber salido por ahí. Subía por la Road No. 7, a la altura de la embajada de Irán, cuando se me acerca un indio con una moto. Me mira unos segundos y empieza a hablarme.

-Hola, ¿qué tal?

-Bien, gracias.

-¿De qué país eres?- Que es la pregunta que más veces te hacen aquí, el famoso “Wich country?

-De España.

-¿A dónde vas?

-A mi casa.

-Venga, sube, que te llevo.

-No, gracias, no hace falta, está muy cerca.

-Qué sí, que sí, que te llevo.

-No gracias, te lo agradezco, pero vivo a unos metros, no hace falta.

-Qué sí, solo quiero ser amigable… Yo te acerco.

Así que me dije, bueno, no creo que este tío consiga matarme en los escasos metros que me separan de mi casa. Así pues, me subí a la moto de un desconocido que se acercó a mí en una calle oscura y desierta… lo normal.

Nada más subir, me di cuenta de que un tipo como este apenas necesita unos metros para poner en riesgo tu vida. Lo primero que hizo fue acelerar, con tan mala fortuna que se dirigió como un misil a otra moto que venía en dirección contraria. Nos esquivamos como pudimos y descubrimos que los dos tipos que iban en la otra moto, eran dos policías, sin casco y si nada, que se pusieron a jurar en hindi o en telugu sobre la estupidez de mi improvisado chófer. Pero se marcharon sin pararnos, ponernos una multa ni nada.

-¿Estás buscando problemas?- Le dije al indio.

-No, no, tranquilo.-Me respondió con voz insegura.

En unos segundos llegamos a mi casa. Me bajé de la moto, le di las gracias y me dispuse a entrar en mi hogar y olvidarme de él.

-Bueno, ¿nos tomamos unas cervezas?

-Eh, no, yo no bebo y estoy muy cansado, hasta…

-Venga, invítame a tu casa.

-Eh, no, esta no es mi casa, es la casa de huéspedes de mi empresa, no puedo invitar a nadie.

-¡Qué tontería!-Hombre, en eso tenía razón- Me invitas a tu cuarto y nos tomamos las cervezas.

-No, lo siento, estoy muy cansado.

-Bueno, pues otro día.

-Claro, claro, otro día.-Dije mientras hacía amago de entrar en casa.

-¿Pero cómo vamos a quedar si no tengo tu número?-No era tan tonto, el chaval.

-Ah, claro, yo te lo doy.- dije sacando mi BB, pues dar un número falso en bien fácil.

-Eh, bueno, no, que no tengo donde apuntar. Un placer, adiós.

-Adiós.

El tipo se fue con su moto a toda pastilla y me dejó solo frente a la verja que cerca la propiedad en la que está mi antigua casa. La verja estaba cerrada, por supuesto, con lo que tuve que golpear la valla como un loco para despertar al watchman (les pagan por dormir, sí) y que me abriera. Le di las buenas noches al famélico anciano que velaba por mi seguridad y él aprovechó para hacer su ronda, que consiste en dar una vuelta a la manzana tocando el silbato y dando golpes con su vara, supongo que para demostrar que no se pasa toda la noche sobando.

Entré a la casa y pasé a la cocina para beber un poco de agua. Cuando encendí la luz, junto a la garrafa de agua, allí estaba ella. Yo me quedé paralizado. Ella se quedó paralizada. Nos miramos durante unos eternos segundos, en los que la quietud de la noche solo era mancillada por los golpes y silbidos del guarda y los lamentos crónicos y espeluznantes de los perros del barrio. Al final, me armé de valor y le dirigí la palabra.

-Buenas noches. –Le dije en perfecto castellano.

-Buenas noches. –Me respondió la rata. Un ejemplar enorme, de un elegante color gris marengo, tiznado por una vida entre la basura.

Evidentemente, me quedé perplejo. De manera atropellada, le hice la pregunta obligada:

-¿Hablas español?

-Soy española. Vivía en el Metro de Madrid.

-¡Yo también soy de Madrid! Pero… ¿qué haces aquí?

-Ya sabes… las ratas son las primeras en abandonar un barco que se hunde.

-¿Eso va con segundas?

-No digas tonterías.-Me dijo, dando paso a otro silencio incómodo.

-¿Y ahora qué hacemos?-Le pregunté al poco.

-Tú dirás.

-Mira, tú te vas por tu lado… yo me voy por el mío… y aquí no ha pasado nada.

Sin mediar más palabras, la rata se escondió en un rincón  y yo subí a mi cuarto. Tras echar a unos lagartos de mi baño (que por supuesto solo hablaban telugu) y matar a un par de arañas que rondaban por mi cama, me fui a dormir algo intranquilo.

A la mañana siguiente, al volver a la cocina, Hitoshi me dice que ha encontrado un gran agujero en la lavadora y que cree que una rata está viviendo dentro del electrodoméstico. Le confieso que yo vi ayer al repugnante animal (si bien me callo lo de mi conversación, pues no quiero dar publicidad a la migración de ratas españolas) y le pregunto qué hacemos.

-Voy a cerrar la lavadora-Pues tenía una portezuela que Hitoshi había abierto para limpiarla.- Y esperemos que se largue.

Aquella semana, cada vez que bajaba a la cocina por la noche, temía encontrarme con mi peludo compatriota… pero no. Una noche me encontré con El Hombre del Sombrero, pero la rata no volvió a aparecer. Quizá porque no quería molestarme, quizá porque Hitoshi empezó a alimentar a los gatos callejeros que rondaban la casa para tratar de formar un improvisado ejército felino… Nunca lo sabremos.

No son pocos los días que me encuentro con el cadáver de alguna rata por las inmediaciones de mi barrio y aunque la mayoría no concuerdan con el color, el tamaño o la forma de aquel roedor madrileño, no puedo evitar que el corazón me dé un pequeño vuelco…

Sé que es una tontería, pero espero que tenga suerte en este país tan duro…

Espero tenerla yo…

Espero que todas las ratas puedan volver al vertedero al que pertenecen…