viernes, 10 de febrero de 2012

La Odisea Revolutions


A la mañana siguiente, mi jefe llegó a la oficina muy pronto, lo que echó por tierra mi teoría de que no tenía forma física antes de las 12:00. Tras hacer unas fotocopias nos montamos en su Suzuki Swift y nos fuimos al viejo aeropuerto de nuevo.




Allí, le fui guiando sobre los pasos que había que seguir. Primero habló con el tío del bigote al que, en hindi, puso de vuelta y media. Sharad le empezó a hacer un pressing que te pasas y el tipo, sudando la gota gorda, le pasó con el hombre de la gorra. Con “gorraman” Sharad, se moderó un poco, pero solo un poco. Le mostró los papeles, le recriminó su incompetencia y consiguió que nos mandase al “sonrisas”. Todo esto fue en hindi, pero deduje su conversación de su postura corporal, cadencia prosódica y de la cara de cabreo que puso el de la gorra.

Con el "Hombre que Ríe" pasamos al inglés y mi jefe pasó a una actitud de queja moderada, más polite. El Sansón indio atacó con su flamante sonrisa, pero mi jefe contraatacó con la suya. La sala se iluminó con el resplandor de ambas piñatas perfectas, blanqueadas por el uso de dentífricos a base de neem, orgullo de la medicina ayurveda.

El risueño oficial trató de pasarle con el Gran Jefe, pero Sharad, que le tenía cogida la medida a este, no soltó su presa y continuó con sus reclamaciones. La cosa no avanzaba mucho: los papeles de mi residencia estaban caducados y había que expedir otros nuevos… y había que pagar la multa. Al final, Sharad se conformó, más o menos.

-De modo que si traemos el papel nuevo mi empleado no tiene que pasar por más colas ni más trámites. Solo tiene que entregarlo y ya está.

-Eso es. Todo lo demás está en orden. No hay ningún problema.

-¿Se lo puede entregar directamente a usted?

-Sí, sí, me lo da a mí y asunto arreglado.

-¿Cómo se llama usted?

-¿Mi nombre? ¿Quiere saber mi nombre? Bueno, bueno, no le hace falta saber mi nombre, no exageremos… ¿Quién les ha atendido en el segundo mostrador?

Sharad, que tiene memoria de pez tropical, me miró a mí y yo, que hasta entonces me limitaba a escuchar como un niño que ha ido con su padre a hablar con el tutor de su curso, señalé al oficial de la gorra en plan chivato.

-Ha sido ese, profe- Decía mi lenguaje no verbal.

Volviendo al hindi, el “sonrisas” llamó al tipo ante su presencia. Este se hizo primero el sueco, luego el remolón, pero cuando vio que su jefe no cejaba en su empeño, acudió con una sombra de miedo bajo su visera. Aprovechando su superioridad capilar, el “Hombre que Ríe” le obligó a que nos diera su nombre (que traduciré como señor Gorraman) y le hizo responsable de nuestro caso.

Sharad habló un poco con el señor Gorraman mientras me señalaba, como diciendo “grábate a fuego la geta de este idiota y no quiero más problemas con él”. Después se despidió en amistosos términos con el del pelo largo y sus hipócritas sonrisas volvieron a iluminar la sala. Nos fuimos, no sin antes esperar a que Sharad le echase un último rapapolvo al tipo calvo de la gena (que no sé a qué venía) y le diera su tarjeta mientras me señalaba de nuevo.

-Bueno, pues… ¿ya está solucionado?- Pregunté a mi jefe ya dentro del coche.

-Sí, no hay problema.

-Y cuando volvemos con los papeles.

-Los tiene que hacer nuestro casero y está de viaje. Vuelve dentro de unos quince días.

De nuevo me quedé pasmado: ¡Había que esperar otra quincena! Francamente, no entendía el porqué de nuestra pantomima entonces. Supongo que mi jefe solo quería ahorrarse la multa, con lo cual había fracasado, como todos.

El tiempo pasó. En este intervalo llegó mi compañero francés, Antoine. Nada más llegar trató de meterle prisa a Sharad con  lo de la registration. Yo tuve que contener la risa como pude.

Dieciocho días después, Antoine y yo volvimos al viejo aeropuerto con todos nuestros papeles en regla y sendos cheques de 30US$ para la multa. Antoine tenía que pasar por toda la tramoya, pero yo me fui directamente a ver a mi viejo amigo el señor Gorraman. El tipo examinó mi nuevo papelote, me miro con cara de preocupación y preguntó:

-¿Has venido solo? ¿No hay nadie contigo?

¡Dios! ¡Qué mal rollo! “No, Gorraman, he venido sin papá ni mamá”, pensé. Esa pregunta solo podía significar problemas. Traté de convencerle de que yo no era imbécil y que me explicara a mí lo que pasaba.

-El nombre del propietario de la casa es uno en este papel nuevo que ha traído y otro distinto en su documentación… ¿a qué se debe?

Al final de le dije que sí, que sí era imbécil y volví a rogar. No tardó ni tres nanosegundos en mandarme ante el banquillo del hombre de la sonrisa Profident.

Sin embargo, el banquillo ya estaba ocupado por dos veinteañeras. Una era una chica india de clase alta y la otra una estadounidense blanquita, rubita y de ojos azules que polemizaba acaloradamente con el melenas. A la yankee le faltaba no sé qué papel y estaba hasta las cejas.

-¡Esta es la sexta vez que vengo aquí y siempre pasa algo nuevo! ¡No puede ser tan difícil! ¡Llevo tratando de hacer esto desde que llegué, se ha pasado el plazo legal, tengo que pagar una multa por cosas que no son mi culpa…! ¡No puedo más!- Decía con voz quebrada y su bello rostro congestionado.

Pero "el hombre que ríe" seguía impertérrito, diciendo que le faltaba un papel y que hasta que no lo trajera no había manera.

Fue entonces cuando la chiquilla empezó a llorar como una Magdalena mientras balbuceaba quejas y lamentos. Su amiga, viendo que el burócrata no se ablandaba, comenzó a soltar el trapo también. Todo el mundo empezó a mirar a las plañideras internacionales y el hombre de la melena les sonreía a todos como diciendo: “¡Animalicos! ¡Qué monas!”

-A ver, a ver, todo tiene solución en esta vida- empezó el oficial- Miren, voy a hacer una excepción con ustedes…

En ese momento el tiempo se detuvo: ¿De verdad había una fisura en esta férrea burocracia? ¿Llorar era la solución? Bueno, sé que no soy una damisela rubita de ojos azules, pero sí soy un querubín rubito de ojos azules. Si había que llorar estaba más que dispuesto. Ya estaba a punto de abrir el grifo a lo Spencer Tracy cuando la realidad volvió a su curso normal…

- Miren, voy a hacer una excepción con ustedes… y le voy a decir a nuestro mejor hombre… Ese de ahí, el de la gorra… Pues bien, le voy a decir al señor Gorraman que las atienda directamente… cuando vuelvan con el papel que les hace falta.

¡Y… pooooste! ¡Nada, no había manera! Abortar Misión Pataleta. Las chicas se fueron enjugándose las lágrimas y yo me senté ante mi nuevo ídolo. Mi reclamación fue una mera pantomima, pues si la Dalila estadounidense de antes no había ablandado el corazón de Sansón, poco podía hacer yo. Lo intenté, falle y me fui, eso sí, muy dignamente.

Antoine había hecho todos los trámites de rigor hasta llegar, evidentemente, al mismo escollo que yo, así que volvimos a la oficina tomando otro rickshaw.



Mi jefe nos esperaba como Penélope esperaba a Ulises. De nuevo montó en cólera. Nos dijo que, después de comer, él mismo nos acompañaría a la oficina de extranjería y que esta vez iba a hablar con el Director.

Dicho y hecho. Nos plantamos allí a primera hora de la tarde y mi jefe fue pasando de pantalla en pantalla como si fuera un videojuego. Sus increíbles combos dialécticos acababan con el malo de cada nivel con un perfect. Estaba imparable, en plan Scott Pilgrim. Por fin pidió entrar en la oficina del Diretor y Antoine y yo le perdimos de vista cuando cruzó aquella puerta misteriosa.

El tiempo pasaba. El francés y yo esperábamos como un padre en la maternidad. No había señales de Sharad. No ocurría nada…





Cuando estaba en medio de una inopinada siesta Antoine gritó:

-¡Ya sale!

En efecto, mi jefe salía de la puerta misteriosa con el Director… que era LA Directora. La sonrisita de ambos, sus miradas acarameladas, su intercambios de móviles “por si acaso”, su despedida interminable… ¡Dios mío! ¡Mi jefe se la había ligado!

-Todo resuelto- Dijo Sharad al vernos- Dadme los pasaportes y vamos a recoger vuestras R.P. (Residence Permit).

Y dicho y hecho. No sé qué tendrá que hacer mi jefe en contrapartida. Tampoco creo que sea un gran sacrificio, porque la directora estaba de buen ver y parecía maja. 

¡Mi jefe y La Directora rumbo a la Felicidad !

Sí, supongo que "ver Zara" será lo mínimo
que tenga que hacer mi jefe.
Ir de compras, a cenar... 


De todos modos, no me importa, yo ya soy LEGAL. Ya puedo viajar, alojarme en un hotel, tener un móvil… ¡VIVIR!La pesadilla había terminado y yo solo podía recordar aquel viejo dicho hippie: ¡Haz el amor, no la burocracia!



¡Paz, hermanos!

1 comentario:

  1. Puf siempre es lo mismo...tendrían que dar al menos 6 meses porque menuda pesadilla de papeleo. Mira que yo llevo tiempo y todavía me tiro de los pelos cada vez que tengo que renovar el visado...eso sí, el RP ni se han molestado, tengo un par de folios roñosos porque lo más que hicieron fue ponerle una "stamp" por detrás...serán vagos...

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