martes, 24 de enero de 2012

La Odisea Reload


En nuestro último post, vuestro héroe favorito (me refiero a mí, no a Tyrion Lannister) había sufrido mil y un problemas para conseguir legalizar su estatus en India. Aún necesitaba unos papeles más que mi jefe prometió proporcionarme y que, esta vez, lo solucionarían todo.

Así que, a la mañana siguiente me levanté temprano de nuevo con la esperanza de poder ir a la oficina lo antes posible. Mi jefe, claro, no estaba por allí, pero había encargado a uno de mis compañeros que hiciera las fotocopias y me las diese. Salí de casa, cogí otro rickshaw y al viejo aeropuerto.

De nuevo la cola, de nuevo el semicalvo con gena, pero esta vez me pasaron a la fast-track ya que venía por segunda vez y eso acortaba trámites (vamos, me ahorraba el “bingo loco” que era lo más divertido). Me presenté ante el calvo con gorra otra vez, que tras mirar mis papelotes me dijo:

-Esta prueba de residencia está caducada.

-¿Cómo?

-Hoy es 1 y caduca el 30. Ya no vale.

Iba a replicar que ayer no me dijo nada, hasta que me di cuenta de que ayer era treinta, claro. Yo le dije si no se podía hacer nada, porque hoy era mi último día y tal y cual y él me mandó al melenas sonriente.

Tras otra cola, me senté ante el hombre que ríe, le expuse mi caso y me volvió a decir lo que el tío de la gorra. Creo que, básicamente, el trabajo de este oficial es decirte lo que ya te han dicho los otros, pero con una sonrisa en sus labios y el brillo de los fluorescentes en su mata de pelo azabache. De nuevo volví a insistir todo sumiso y compungido. Entonces me invitó a pasar a la mesa de al lado donde estaba… el Gran Jefe.

El Gran Jefe era otro hombre orondo, mostachudo, con el suficiente pelo para poder usar la gena que corresponde a un hombre de su posición, pero con el suficiente cartón expuesto para poder comandar a su ejército de alopécicos sin recelos. Il Capo no sonreía, tenía esa mueca de estar “oliendo mierda” de manera perpetua que tan necesaria es para ejercer labores de burócrata.

Le dije a “vuecencia” que mira, que tal, que patatín, que patatán… Pero ese tipo se conocía todos los patatines y patatanes de mundo. Vamos, que durante toda la mañana me dijeron tantas veces “No” que salí cantando Rehab de Amy Winehouse.

-Yo solo quiero registrarme y ellos… “¡No! ¡No! ¡Nooo!”.

Volví a la oficina, mi jefe estaba ya allí. Al entrar me miró con unos ojos expectantes y ansiosos y yo tuve que volver a destruir sus esperanzas. Lo malo es que hoy era el último día, con lo que, si no lo hacía hoy, incumplía el plazo legal y entonces… mi jefe tendría que pagar 30US$... y a mi jefe no le gusta pagar ni en rupias, ni en euros, ni dólares. ¡No le mola R€$!

Me dijo que volvería después de comer, pero que esta vez me acompañaría 24, que habla el dialecto local y puede decir patatín y patatán en telugu. Mientras, Sharad se puso a redactar varias cartas de explicación/súplica con su sello de la empresa y todo, para ver si colaba.

Mi jefe tardó un rato y ya íbamos pillados de time. No había tiempo para rickshaws, 24 se dirigió a garaje y sacó su flamante Ducati. Yo me quedé un poco pillado, porque nunca había montado en moto.

Sharad salió al garaje y le dio unas últimas instrucciones a 24 en hindi, que supongo que sería algo así:

-Mira, vete con el idiota este que no sé lo que le pasa que siempre le ponen una pega nueva. Así que tú hablas con algún oficial y que te acepten los papeles hoy como sea, para ahorrarnos la multa.

Y después añadió en inglés:

-Tenéis que llegar a tiempo, pero no cojas la autopista elevada.

Pues nada, me subí a la moto, me agarré con todas mis fuerzas y salimos hacia la oficina una vez más.¡Brrrrmmmm!

Ya sabéis cómo es el tráfico de Hyderabad. Lo bueno que tiene ese caos es que casi nunca hay atascos… Bueno, casi nunca menos cuando llegas tarde.

Llegamos a la Road No. 1 y aquello estaba tan parado que me traía recuerdos de Madrid. Yo estaba tranquilo, pero 24 no hacía más que tratar de colarse por entre los coches para ir ganado posiciones, justo como hacían los centenares de motos que hormigueaban entre los coches.

Acelerones, frenazos, giros in extremis… Así llegamos a la confluencia de la Road No. 1 y la 2, el mini Times Square de Hyderabad (al menos en cuanto a tráfico). Pasamos de largo la autopista elevada (que ya me creía yo que íbamos a ir por ahí, pues era lo único que fluía) y continuamos escalando posiciones en plan Fernando Alonso.

Pero era imposible. Los atascos en Hyderabad son escasos, pero más que un atasco parecen una estampa de ¿Dónde está Wally?, porque coches, motos, autobuses, personas… ¡hasta camellos! Se amontonan unos encima de otros hasta que el más mínimo movimiento es imposible. El tiempo es lo único que avanzaba en la Road No. 2.

24 no pudo aguantarlo más y exclamó:

-¡A la mierda! – Bueno, sin tacos, porque aquí no dicen tacos.

Pero el significado era ese, porque giró la moto, se dirigió al arcén y se puso a conducir en dirección prohibida. Suena peor de lo que es, porque aquí la dirección prohibida es más bien “dirección poco recomendada” o “dirección minoritaria”. De hecho, las motos pueden ir en dirección prohibida si van por el arcén. Es lo que hacíamos ahora y os aseguro que varios policías nos vieron sin pestañear siquiera.

¿Y a dónde llegamos con nuestra “maniobra loco Iván”? Pues claro, a la autopista elevada. 24 calentó motores, yo me agarré más… empezó a sonar música tecno  y… ¡ZIUMMMM!

No voy a narrar esa parte, baste decir que llegamos sanos y salvos a la oficina de extranjería. Me bajé de la moto con un dolor de manos atroz de agarrarme a la Ducati como un maniaco. Me acerqué pues flexionando los dedos y nos dirigimos a culminar nuestra aventura enfrentándonos a unos cuantos agentes.

De nuevo cola moderada, tío de gena, fast-track, gorra y… Bueno, 24 empezó a desplegar sus dotes de negociador que, aunque no entendía nada, por su expresión parecía reducirse a…

-Por favor, mire que el pobre es guiri y es tontico y hoy es el último día… Nosotros solo queremos entregar los papeles para no pagar la multa y ya traeremos el documento cuando podamos…

Gorraman, impertérrito, le pasó con el hombre que ríe. Este, sin perder la sonrisa, le pasó con el Big Boss. Y el gran jefe… pues nos mandó a Parla, como era de esperar.

24 estaba sudando la gota gorda el pobre, así que llamó a Sharad para recibir instrucciones…

-Operador, necesito un cursillo para convencer burócratas…

No sé lo que le dijo mi jefe, pero 24 volvió a la carga y esta vez ya no le respondieron sin mirarle y con indiferencia, no… Esta vez le respondieron con una mirada de cabreo y veladas amenazas… Mission Failed, Game Over y sobre todo… ¡Insert Coin!

Teníamos que volver a la oficina con el rabo entre las piernas. Esta vez a un ritmo tranquilo y moderado, eso sí… Aunque yo ya decidí que no volvía a montar en moto nunca más, tranquilos.

Allí estaba mi jefe, la imagen de la indignación y el cabreo. Despidió a 24 con una mirada de “Me has fallado, chaval” y me miró a mí diciendo...

-No te preocupes… Mañana voy yo… En persona!!!

Una nube ocultó el sol, un relámpago volvió a iluminar la escena y un sonoro trueno puso el punto final a sus palabras, mientras en la esquina inferior derecha de la pantalla aparecía un letrero en japonés:

“Continuará”.

P. S.: Os dejo el vídeo que nos grabaron a 24 y a mí por la ciudad.  


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