sábado, 21 de enero de 2012

La Odisea


Como recordaréis, en mi primer post relaté mi odisea para conseguir el visado de trabajo de la embajada india. Ya apunté que solo fue un calentamiento para enfrentarse a la burocracia india. Uno pensaría que con tales aventuras, todo estaría resuelto, pero no, eso solo fue la Ilíada, la verdadera Odisea estaba aún por llegar.

Según la ley india, los extranjeros con un visado superior a seis meses, tienen catorce días para presentarse en la oficina de extranjería y según explicaban en España, sellar su visado. Pues bueno, no es tan sencillo.

Nada más llegar a Hyderabad, yo ya le dije a Sharad que me gustaría hacer lo de la registration lo antes posible, que con esas cosas de la burocracia ya se sabe. Él me respondió que tenía quince días, que no había prisa, estaba más interesado en que me pusiera currar cuanto antes.

Los días pasaban y le iba preguntando a Sharad sobre el tema.

-Entonces, ¿solo tengo que ir allí y que me sellen el pasaporte?

-Bueno, no –Me respondía con aire ausente- Tienes que descargarte un formulario para el registro en internet y adjuntar dos fotocopias de tu pasaporte, otras dos de tu visado con el sello de los agentes de aduanas y una serie de datos, como detalles sobre tu familia, tu lugar de residencia, la prueba de que vives en una vivienda que cumple con las normativas de la ciudad, los datos de la empresa, los detalles de tu contratación, tu titulación académica… Ah y el sello de la empresa, tu huella dactilar en tinta china negra y dos fotografías recientes hechas en India.

-Y una muestra de tejidos y una prueba de orina, ¿no?- Repliqué, pensando que bromeaba.

-No, eso no. –Entonces me di cuenta de que hablaba en serio.

-Bueno… –Pregunté tragando saliva - ¿Eso es todo?

-Sí… ¡No! ¡Claro…! También necesitas el número PAN.

El número PAN es un poco como el número de la Seguridad Social, pero sin Seguridad Social, un número que necesitas para trabajar de manera legal y que te cobren tus impuestos.

-¿Nos va a dar tiempo? Solo quedan siete días… Yo…

-Tú no te preocupes, yo me encargo de todo.

El tiempo pasaba, yo seguía currando y Sharad seguía en la Luna de Valencia, por lo menos con respecto a la registration. Llegó el siguiente lunes y volvía a preguntar a mi jefe.

-Sharad, solo quedan tres días, ¿no deberíamos hacer ya lo de la registration?

-Si claro, no te preocupes, me bajo los formularios y los vas rellenando.

Me pasé la mañana rellenado los formularios con la ayuda de Sharad. La cosa iba lenta porque no se podía meter ningún símbolo español, tuvimos que hacer una ñapa con lo de que en España tenemos dos apellidos (muchos de vosotros ya sabréis la de problemas que da esa tontería) y sobre todo, Sharad tuvo que hacer mil y una llamadas porque no se sabía la mitad de los datos de su propia empresa. No pudimos terminar y mi jefe me dijo que mañana iríamos, que aún me quedaban tres días.

Mi jefe, como buen jefe, llega al trabajo cuando le da la gana. Le esperé toda la mañana y finalmente llegó con los datos y papelotes de marras con lo que, después de comer, ya podía ir a la registration. Me acompañó Hitoshi, que tenía que revisar si sus papeles estaban ya en regla.

Cogimos un rickshaw que nos hizo una buena jugarreta, pero para no desviarme, lo dejaré para otro post que pienso dedicar solo a los autorickshaws. Sea como fuere, dejamos las bulliciosas calles de Begumpet, uno de los barrios más céntricos de Hyderabad y nos adentramos en el Viejo Aeropuerto.




Sí, no habéis leído mal, el Viejo Aeropuerto. Resulta que la oficina de extranjería está en las instalaciones semi-abandonadas del antiguo y caótico aeropuerto de Hyderabad. Andas por una interminable carretera que te aleja de la ciudad y te adentra en una especie de parquecillo, al final del cual se ve una torre de control.

Lo primero que te choca es el silencio, la quietud. Hyderabad es una ciudad abarrotada y ruidosa, con lo que, cada vez que te adentras en un paraje solitario y tranquilo te parece estar en otro mundo, siempre es un cambio agradable.





Los únicos seres vivos que veíamos eran las vacas y los patos que vivían a sus anchas en el parquecillo. Hitoshi me previno contra los raterillos infantiles que vivían por allí, pero no apareció nadie.




Ese lugar inmenso, desolado y mudo era impresionante. Los obsoletos carteles en varios idiomas con indicaciones sobre “salidas nacionales” o “llegadas internacionales”, parecían el decorado de una película post apocalíptica. Había alambre de espino roto, barricadas tiradas por el suelo, anuncios que amarilleaban a la intemperie y vegetación que se abría paso entre el hormigón. Me sentía como en una secuela de El planeta de los simios.  ¿Quizá porque iba a hacer el mono?





Llegamos a la dichosa oficina. Esperamos una moderada cola para hablar con el primer oficial y tras soportar que se nos colasen, así de extranjis, algunos indios, pude hablar con el orondo y alopécico burócrata. Éste miró mis papelotes y me dijo que no lo tenía todo, me dio un folio con la lista de todo lo que necesitaba y me dijo que volviese mañana por la mañana.

Traté de preguntarle exactamente qué me faltaba, pero me dijo que “¿Qué parte de vuelva usted mañana no has comprendido, blanquito?”. Bueno, no me dijo eso literalmente, de hecho no sé ni lo que me dijo, pero el mensaje era ese, sin duda.

Mientras, Hitoshi había solucionado sus asuntos y volvimos a la empresa. Allí contrastamos sus documentos con los míos para ver lo que me faltaba y más o menos lo averiguamos. Le pasé el informe a mi jefe que empezó a jurar en arameo y me dijo que hoy me conseguía el resto de la documentación y que mañana podría ir, que me quedaban dos días.

A la mañana siguiente, tras un buen madrugón, me cogí otro rickshaw y me volví a la oficina de extranjería. Como sé cómo funcionan las de España, me fui antes de que abrieran esperando que hubiese un montón de gente esperando y así fue. Me puse a hacer cola rodeado de africanos y nepalies con todos mis documentos bajo el brazo.

De nuevo volví a hablar con el primer oficial. Esta vez parecía complacido con mis documentos Sin embargo, su mueca de asco no le abandonó en ningún momento, creo que era debida a que su alopecia galopante le impedía teñirse más que cuatro pelos con gena. ¡La vida es una gena, amigo!

Pues bueno, el tipo me escribió un número en mis papelotes con un rotulador rojo y me invitó a sentarme en una de las sillas de plástico de la abarrotada, calurosa y enrarecida sala. Así, asistí a la partida de bingo más larga y aburrida de la historia. Cada X minutos (siendo X un valor que tiende al infinito) un indio famélico, con pelo, pero sin gena, anunciaba el nuevo número de la persona afortunada con un viaje a la sección dos de la registration.

-Fifteen. One, five. –Decía mientras mostraba un papelito con el número quince.

Yo me puse en primera fila porque mi vista es demasiado mala y mi in inglés demasiado bueno para enterarme a la primera. Además, no creáis que van llamando por orden, no, eso no tendría ninguna emoción.

Bueno, tampoco tuve que esperar mucho hasta que pude ir a los mostradores donde me esperaba otro oficial cincuentón con una gorra de beisbol (que ocultaba sin duda una calva imposible de teñir) y un mostacho de morsa. Miró mis papeles y me dijo que ciertos papeles de mi empresa parecían incorrectos y que necesitaba un original de cierta fotocopia. Sin embrago, me envió a la tercera fase, al mostrador del segundo oficial al mando para ver si lo solucionaba.

Me fui para allá, me senté en el banquillo de los acusados que tenía el tipo este ante sí y le mostré mi legajo. Este oficial era un hombre joven, sonriente y con una obscena mata de pelo que se negaba a teñir de gena, creo solo que para soliviantar al ejército de calvos del lugar.

El tipo observó mis documentos y me dijo: “que ciertos papeles de mi empresa parecían incorrectos y que necesitaba un original de cierta fotocopia”. Que es justo lo que me dijo el oficial anterior, con lo que no sé muy bien para qué sirve este paso. Sea como fuere, con su eterna sonrisa, el Sansón indio me dijo que volviese cuando lo tuviese todo.

Otro rickshaw me volvió a dejar en mi empresa. Allí mi jefe me esperaba con una sonrisa también, pero esta se tornó en palpable decepción cuando le conté mi periplo. El caso es que me pedían cosas que no le habían pedido a Hitoshi, con lo que mi jefe estaba algo desconcertado. No tenía allí los documentos necesarios y debido a un apagón no podíamos hacer fotocopias así que me dijo:

-Es culpa del nuevo director de la oficina. Lo acaban de cambiar y es muy estricto. Pero no te preocupes, mañana vas ya con todos los papeles.

Lo que yo no sabía es que el antiguo mandamás de la oficina era amigo de mi jefe, con lo que creo que el bueno de Sharad estaba acostumbrado a hacer lo que le daba la gana. Ahora una nueva directora había tomado las riendas de la registration y había que cumplir con la legalidad, lo que siempre es un incordio para cualquier jefe.

Pues nada, volví al trabajo y a esperar hasta mañana. Vosotros me temo que tendréis que esperar más para conocer la resolución de mi odisea, el espacio se me queda corto y os aseguro que todavía queda mucho por contar: carreras mortales, damiselas llorando, acción, romance… y no, no estoy exagerando… mucho.

1 comentario:

  1. Brother eres mi héroe.
    Si me pasa a mí eso me muero.
    Es inaceptable que tu jefe te dejase sólo con la gestión de esos papeles.
    Además de esperar el final de tu historia, espero que me confirmes por escrito que todo está bien.
    Saludos.

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