sábado, 12 de noviembre de 2011

Un francés, un japonés, un indio y un español

No, no es el comienzo de un chiste, son las personas que vivimos en la misma casa, aquí en Banjara Hills. Bueno, bien pensado, a lo mejor sí es el comienzo de un chiste.
Mi amigo Paco me preguntó que por qué no hablaba de mi trabajo y de mis compañeros en el blog y aunque me resisto a hablar del curro, supongo que debo presentar a mis compañeros pues van a protagonizar alguna que otra aventura de Hyderabad Blues.


Mi lugar de trabajo: limpio y ordenado


En mi empresa trabajamos quince personas. Curiosamente, en India cada persona tiene un nombre distinto, pero yo me suelo referir a ellos como “el bajito”, “el gordo”, “el guapo”, “el que tiene pluma” y “el del bigote” (también conocido como "24" porque su nombre se pronuncia parecido).
Bueno, me sé el nombre de mi jefe (Sharad), el de su lugarteniente (se llama Tapas, cómo olvidarlo) y el de las chicas: Silipa y Pría (que dejó el curro para casarse y ser una ama de casa como Dios manda y digo Dios, no Visnú ni Shivá, que Pría es católica).

Pría y El que tiene pluma
Tapas y Silipa

24 y Harish

Además, estamos el francés, el japonés, Harish (el indio que vive con nosotros) y yo. Los de ciencias os habréis dado cuenta de que no salen quince personas, pero es que algunos de mis compañeros se amalgaman en una masa informe que no merece ni un apodo.
Todos son muy majos, pero en India la gente no saluda al llegar al curro, no se despide al irse y no hablan mientras trabajan, con lo que es difícil socializar. A eso hay que añadirle que los indios no entienden mi inglés de Vallecas y yo no entiendo su Hinglish.
Por si esto fuera poco, aquí la gente no habla, susurra. Sé que los españoles gritamos mucho, pero los indios hablan para el cuello de su camisa. Las chicas son más simpáticas y agradables, pero hablan aún más bajito. Para oírlas casi me tengo que pegar a ellas. Estoy convencido de que piensan que soy el típico playboy latino, pero no, solo estoy sordo.
Como digo, son todos muy majos, pero se cansan de hablar conmigo, de modo que, fuera de asuntos de trabajo, solo hablo con los otros extranjeros.
Cuando llegué a la oficina ya noté que el japonés me estaba esperando como agua de mayo, porque al pobre no le hacía caso nadie. Desde el primer día hemos hecho buenas migas y aunque la idiosincrasia japonesa (el wabi-sabi) es muy peculiar, nos llevamos muy bien.
Su nombre es Hitoshi, que significa literalmente “Un samurái” y que quiere decir “Debes ser valiente”. A mí me parece un nombre súper chulo, pero Hitoshi lo odia, claro que esa es otra historia y no es para este blog.
Tiene treinta y seis años, es de un pueblito del Sur de Japón y le gusta cantar en los karaokes, comer, beber sake (o cerveza en su defecto, o lo que sea en su defecto) y charlar de lo humano y lo divino. Su sueño es tener una novia de la Europa del Este.
Pero Hitoshi no es el primer habitante de esta casa, el primero en llegar fue el indio, Harish. Se trata de un experto en animación 3D que viene de la otra punta de India y que, por lo tanto, vive también con nosotros. Es un veinteañero alegre y majo, si bien todo lo que dije antes sobre mis compañeros indios se aplica también a él. Como os podéis imaginar entonces, a pesar de ser nuestro compañero de piso, nuestra relación no es muy estrecha.
Y el último en llegar fue Antoine Dublier, el francés, claro. Un profesor bretón de historia en excedencia, que cuando puede se dedica a recorrer el mundo dando clases. Ha estado en un montón de países de África, Asia y América del Sur, así que esto no es una sorpresa para él.
Tiene 46 años, aunque no los aparenta. Es vegetariano, ecologista, de izquierdas y algo hippie (ya sabéis que la India atrae a este tipo de gente como la mier… digo, como la miel atrae a las moscas). No es que sea un mal tipo, pero… bueno… Está bien teniendo en cuenta que es francés.
Se supone que debería acompañar estas presentaciones con las fotos de los aludidos, que para eso estamos en el siglo XXI. Pues bueno, aquí las tenéis, no tengo otras.


Vale, vale, tiene su explicación. Estas fotos fueron tomadas el pasado 26 de octubre que era Diwali. Aquí, Diwali es una de las fiestas más importantes del año, es un poco como la Navidad, pero en honor a Lakshmí. Las calles se llenan de flores y de luces, las pastelerías no dan abasto vendiendo los dulces típicos y los centros comerciales se abarrotan debido a la gente que quiere comprar sus regalos. Es la entrada del año nuevo hindú y es costumbre estrenar ropa y tirar petardos y cohetes.


Por eso estamos aquí estrenando los kurtas que nos regaló nuestro jefe (junto con una caja de petardos) por Diwali. Justo después de esta foto, nos subimos a la terraza a contemplar como estallaba la ciudad en un sinfín de fuegos artificiales. Hitoshi, Harish y Antoine quemaban bengalas y otras tonterías por el estilo, mientras yo rezaba a Santa Bárbara en vez de a Lakshmí.




Esto son un francés, un japonés, un indio y un español tirando petardos en una azotea a las doce de la noche y el único que no viste como un mamarracho es el indio. Pues sí, al final si era el comienzo de un chiste.




2 comentarios:

  1. Que me encanta este blog!!. Nada, que al menos te digo q los sigo y me sonrío cada vez que escribes, me alegra que te esté yendo bien y le hagas un guiño a cada cosa que te pase.

    Un beso y a la espera del siguiente post!!!!!!

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  2. No me puedo cree que digas que no oyes a las personas cuando hablan muy bajito. ¿Verdad que es, cuanto menos, incómodo?
    By de way, estás super cool y además guapísimo con esa cosa morada, cuídala bien que la quiero heredar. muchos besos.

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